sábado, 15 de abril de 2017

Hacer con lo que tenemos

Esta es una versión de una reflexión que alguna vez leí y que tenía este mismo título. Comenzaba con la historia de un violinista y un percance que tiene en el escenario. El resto son reflexiones mías que puedo destacar de este breve ejemplo de superación de los obstáculos.

El violinista virtuoso había ingresado al escenario con una gran sonrisa. El auditorio estaba completamente lleno a la expectativa de este músico que venía de un país lejano. Sacó del estuche un violín impecable, brillante, en buen estado, pero con algunas huellas ligeras de su uso continuo, que no le restaban para nada su esplendor. El  músico estaba impecable en su vestimenta, y la gente lo miraba con curiosidad y mucha atención. Después de un corto saludo y un aplauso de bienvenida, el violinista empezó a interpretar una melodía que prontamente cautivó a su audiencia. Algunos niños inquietos, de repente permanecían inmóviles frente al espectáculo y una señora dejaba entrever una lágrima por los recuerdos que esta melodía traía a su mente.
De repente, en mitad de la melodía y en su máximo clímax, un sonido extraño y repentino apareció sin ser invitado. Era el sonido de una de sus cuerdas que se había roto. Un leve murmullo de asombro se escuchó en todo el auditorio, mientras el violinista se detuvo a observar que había sucedido.  Ya no había tiempo para reparar esa cuerda, y no contaba con un violín de repuesto. El organizador del evento lo miraba tras las bambalinas, haciendo señas para indagar que se podría hacer. El violinista con tranquilidad observaba su instrumento, cerciorándose que efectivamente su cuerda ya estaba perdida. La retiró. Y miró con una sonrisa a la audiencia que temía que tal vez el privilegio de escucharlo no sería una realidad esa noche.
El violinista entonces hizo algo que sorprendió a todos: había decidido continuar tocando tan solo con las tres cuerdas. La gente estaba maravillada. Su técnica lograda con el paso de los años le había dado la capacidad de improvisar, crear nuevas melodías, buscar atajos entre los sonidos, desafiar sus limitaciones y dar a luz una hermosa melodía que parecía nueva en los oídos de sus espectadores. El resto del concierto fue una montaña rusa de risas, lágrimas y emociones, un concierto que jamás iban a olvidar. Al final se puso en pie y la ovación fue grandiosa, ellos habían presenciado un pequeño milagro, una hazaña para los sentidos, una lección inolvidable.

¿Qué haces con lo que tienes a tu alcance?  ¿Cuáles son tus destrezas? Este músico tomó la decisión de improvisar. No se limitó, no se amilanó frente a la dificultad. Sabía que era un momento crítico y que todas las miradas estaban sobre él. Él tenía las respuestas. El violinista virtuoso pudo simplemente pedir una disculpa y cancelar el concierto. La gente lo hubiera comprendido perfectamente. De hecho así suele suceder en la vida. Pero tal vez la vida no nos ofrezca una segunda oportunidad. Tal vez solo tenemos ese momento para ejecutar nuestra mejor versión de esa obra maestra. Porque no siempre tendremos a la mano todos los recursos, no siempre coincidirán en el mismo lugar, tiempo y circunstancia todos los factores que se suponen nos otorgarán el éxito. Porque siempre, siempre, hay un problema, hay una dificultad, hay una limitante, hay un temor que remueve nuestras entrañas, algún complejo, algún opositor,  o simplemente esa sensación de que no damos la talla, que no estamos capacitados, que no somos capaces de lograr lo que nos hemos propuesto.

Es probable que no tengas la destreza, la habilidad, la experiencia y disciplina que hacen que una persona sea capaz de sortear este tipo de dificultades. Es posible que la rutina, el fracaso, la tristeza hayan bloqueado tu imaginación para encontrar la salida ante los problemas que asechan nuestra cotidianidad. Pero no tienes que esperar y postergar hacer las cosas, con el pretexto de que aún no estás listo. Es hacer con lo que tienes. ¿Cuáles son tus recursos? Porque muchas veces tendremos tan solo tres cuerdas para interpretar la melodía de nuestra existencia. ¿Cuál es tu limitante? ¿Sientes que eres muy joven, muy viejo, que no tienes la capacidad física, que estás desmotivado, que te falta el conocimiento, que te falta belleza, que eres muy tímido (a)? ¿O piensas que tu tiempo y oportunidad ya se pasaron? ¿Te quedaste mirando tu fracaso anterior y te olvidaste de tu presente? ¿Solo mides tu capacidad de soñar por lo que tienes en tu cuenta de ahorros en el banco? Se trata de hacer con lo que tienes. Nadie da de lo que no tiene. Pero todos tenemos algo, así sea pequeño. Todos tenemos dones, capacidades, destrezas, no importa cuán pequeño sea.

¿Quién habla aquí de perfección? Haz con lo que tienes. Postergas porque quieres esperar ese  momento preciso, pero tal vez no habrá una cuarta cuerda. Tal vez no exista esa oportunidad de intentarlo de nuevo, tal vez estés en ese momento único, donde la audiencia solo espera que entregues tu mejor versión, con los recursos que tienes, tus limitantes. No se trata de saber demasiado, se trata de utilizar lo poco que sé para un buen provecho. Yo puedo ayudar a otros, aunque lo que yo aporte no haga mucho ruido. No importa. No se trata de fanfarronear. No vinimos a este mundo a competir y pasar por encima de los demás, para demostrar quién es el más fuerte, el más millonario, el más famoso. Se trata de correr nuestra propia carrera dando lo mejor que tenemos, así no seamos tan veloces, así vayamos a rastras, aunque flaqueen las piernas. Porque  no vale la pena vivir del que dirán o tener referencias en el otro, a menos que eso ayude a mejorar nuestra propia marca. Si mi obsesión es tener lo que el otro tiene, vivir como el otro vive, ser otra persona y no ser yo mismo, solo viviré frustrado. Es tonto querer ser una guitarra cuando eres un violín. Y aun siendo violín, un violín de tres cuerdas, no significa que aún no queden melodías por interpretar. Si la fortuna y el destino te permiten recuperar esa cuarta cuerda, excelente. Pero mientras tanto, haz lo mejor con lo que tienes.

El violinista virtuoso no se detuvo. Dio lo mejor y se sorprendió a si mismo respecto de lo que podía ofrecer. Así son las dificultades, sacan a relucir lo  mejor (o lo peor) de las personas. La dificultad siempre será una oportunidad para saber de qué estamos hechos. Podemos quedarnos postrados o simplemente huir. O simplemente decir: ¿Qué es lo que tengo a mano? ¿Qué puedo hacer con los recursos que tengo? Tal vez no sea la mejor versión, pero sí será algo diferente, y al final habré aprendido algo nuevo. La vida es tu violín y debes hacer lo mejor que puedes con ella. No siempre vas a tener todo a tu favor, pero eso no te debe detener para intentarlo.

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