lunes, 18 de octubre de 2010

Nunca seré como Supermán

¡Menos mal! ¿Estar todo el día con unos calzoncillos rojos encima de un vestido sintético pegado al cuerpo? ¡No, por Dios! Pero más que eso, la realidad es que nunca seré como Supermán por el simple hecho que este personaje no existe. Es solo el producto de nuestra imaginación. Yo soy más fuerte que él. Solo es cuestión de rasgar el papel en dos y ya: Supermán ha sido descuartizado. ¡Que gran alivio! Tal vez suene algo gracioso, o también muy obvio. Tú y yo sabemos que Supermán, La Mujer Maravilla, Batman, Lara Croft, El Hombre Araña, etc. son tan sólo una creación ficticia. También sabemos que nunca tendremos tales superpoderes y tal vez no los consideres muy útiles, cuando tienes que superar un problema financiero o afectivo. Pero si es cierto que a veces queremos imitar personas ideales que los medios de comunicación nos han vendido, en lo estético y en lo moral, que hacen que no nos sintamos conformes con lo que somos. O que sean la proyección ideal que contrasta con  nuestras frustraciones, debilidades, torpezas y fracasos. Y es que estamos en una sociedad perfeccionista que oculta lo defectuoso, lo feo, lo insignificante y solo idealiza estereotipos de belleza o  éxito financiero.

Son los supermanes  y batichicas modernos. Aquellos que salen en televisión y que nos dicen que debemos comer, qué figura lucir y cómo nos debemos comportar. Los centros comerciales están atiborrados de personas ansiosas por lucir como el galán o la protagonista de novela, comprando productos que tal vez los acerquen algo más a ese ideal. Te quieren vender el elíxir de la eterna juventud, el perfume perfecto para atraer al sexo opuesto. Y así como nos llenamos de cosas inútiles en lo físico, así mismo nuestro corazón va "comprando" ideales que son banales, vacíos, superficiales, desechables y pasajeros. Es basura acumulada en el alma, que solo constituye un peso, una carga. Hay un hecho cierto detrás de todo esto: estos supermanes y batichicas tampoco existen. Todos somos seres humanos de carne  y hueso, con debilidades y fortalezas, virtudes y carencias.

Cuando limpiamos nuestra casa, nos damos cuenta que la basura se va acumulando y no sabemos cómo ni de dónde, pero las cosas se fueron desordenando. Salimos a la calle y no tenemos idea como se ensució nuestra camisa o el pantalón. ¿De dónde salió esta mancha? ¡No lo puedo recordar! Pero así mismo pasa con nuestra vida. Vamos recogiendo ideales falsos, que no tenemos la menor idea de porqué los aceptamos. Pero también nos vamos ensuciando el alma, con conversaciones ociosas, malas intenciones,  chismes, iras, contiendas, vanaglorias...a veces sin darnos cuenta.  Llega el tiempo cuando te das cuenta que es necesario limpiar la casa, limpiar el desorden, quitar lo que nos estorba, remover aquello que entorpece nuestros pasos, desechar lo que no sirve, lo que definitivamente no me hace mejor persona.

Y no es cuestión de desechar productos o descuidar nuestro aspecto personal. No. Se trata de rasgar por la mitad aquellos supermanes, los falsos ideales que son creaciones de nuestra mente, pero que nos están estorbando. Traer orden es llamar las cosas por su nombre. Organizar las prioridades. Dar lugar de nuevo a lo espiritual, la familia. Organizar tus finanzas y aprender a ahorrar. Aceptarte como eres sin pretender ser un protagonista de novela. Reconocerte con tus cualidades y defectos, pero enfocarte en tus virtudes, procurando mejorarlas. Inviérte tiempo en tus potenciales, invierte dinero en el desarrollo de los mismos. No pierdas el tiempo. ¿Que hiciste hoy para ayudar a otro?¿Cómo puedo ayudar a otro? El saber cómo ayudar, nos permite identificar nuestros talentos. Cuándo descubres en que eres bueno, es cuando viene esa verdadera satisfacción. Al saber que eres bueno en algo, y que eso bueno lo puedes utilizar para bendecir a los demás, y no solo lo sabes, sino que lo ejerces, viene ese sentimiento de autorealización. Y entonces ya no te hace falta parecerte a Brad Pitt o Angelina Jolie. Es cuestión de tener una autoestima clara y equilibrada. Tú no necesitas rodearte de aduladores. Rodéate de gente que verdaderamente te pueda reconocer  y aceptarte como eres. Amigos de verdad, que en lugar de darte falsos elogios, tengan la capacidad de decirte más bien qué cosas corregir, pero con tacto, y afecto sincero.

No estoy en contra de Supermán ni Batman. En realidad son los personajes favoritos de grandes y chicos al igual que los protagonistas de novelas y películas modernos. Sólo recuerda que tú eres más que ellos, que los puedes rasgar por mitad cuando quieras en esa hoja de periódico. Porque tus verdaderos héroes están cerca de tí. Son tu familia, son tus amigos, son aquellos líderes que te pueden enseñar algo nuevo, como tus profesores, el dueño de la tienda, o tal vez un conductor de un taxi. Esto se llama humildad. En lugar de tratar de sentirte más que los demás, superar a los demás, aplastar a los demás o utilizar a otros como un escalón para llegar más alto. Aprende más bien a amar a los demás, que al final es de lo que se trata todo esto.