lunes, 27 de diciembre de 2010

Lo que realmente es importante

Mi abuela murió a medianoche y en la mañana llamé a notificar al trabajo que no podía asistir. Es tiempo de duelo, de estar con la familia, de compartir y sobrellevar el dolor juntos. Ya mi abuela se fue y ahora es tiempo de darnos apoyo y simplemente estar ahí. Las palabras sobran. Un cáncer la aquejó durante dos años, que fueron llevaderos gracias a que ella tuvo siempre un estilo de vida sano. Ya las últimas semanas no fueron fáciles, no podía hablar bien, ya no podía caminar, sus últimas días estaba postrada en la cama, dormida con morfina para sobrellevar el dolor.

Son momentos de meditación, de reflexión, de interiorizar, de pensar lo que se hizo bien, lo que faltó. Definitivamente las manifestaciones de afecto se deben hacer en vida, porque ya después es tarde. A veces se nos pasa la vida distraídos, ocupados, preocupados, en tantas cosas que en realidad no lo merecen. En afanes y preocupaciones cotidianos que tratan de asfixiar las verdaderas razones por las cuales estamos aquí. En realidad esto no se trata de ver quien es más, en cómo hacer dinero, en tratar de subir unos peldaños inventados por el hombre, que al fin de cuentas son tan solo cosas vanas, superfluas, que lo único que sirven es para llenar un ego, que no tiene forma de satisfacerse.

La tecnología nos absorbe, nos ofrece múltiples opciones de estar distraídos y ocupados, contemplando pantallas frías cuando en muchas ocasiones dejamos de contemplar los ojos de las personas que amamos. Es tiempo de volver a vernos a los ojos, de volver a compartir, de salir y tomar el sol. Es tiempo de hablar en vivo y en directo, de sentir la brisa, de escuchar a los demás. Apagar la TV y simplemente sentarnos a hablar con la familia, tomando un chocolate caliente y recordar viejos tiempos. Lo que realmente nos queda es eso, los bellos momentos que pasamos con aquellas personas especiales.

Son los momentos difíciles una balanza ideal, para determinar qué cosas realmente tienen valor y qué cosas  son una pérdida de tiempo. La muerte te hace recordar que no eres eterno en esta tierra, que tu tiempo es limitado, que las oportunidades son escasas, y que el sentido de la vida no consiste en acumular cosas, sino en saber poner nuestras vidas al servicio de otros, ya sea en tu casa o en tu trabajo. No se trata de máquinas, no se trata de dinero, se trata de las personas.

Si tal vez nos hemos aislado, nos hemos enfrascado en nuestros propios dilemas y conflictos, la muerte nos permite ver que tal vez esos problemas no son tan importantes, que no merecen nuestra preocupación ni nuestro afán. La cercanía a la muerte hace que levantemos nuestra mirada, y que nos acerquemos a los que aún siguen con vida, con una mirada afectuosa, valorando su existencia, creyendo en lo profundo del alma que aún hay esperanza.

Mi abuela vivió una vida ejemplar, digna, con integridad y sentido de justicia. Mi abuela siempre confió en Dios y hasta sus últimos días no cesó de buscar su rostro. Ella deja una marca indeleble en nuestros corazones. Nos deja muchos recuerdos gratos, su existencia en esta tierra fue valiosa, significativa, nos deja un aroma de alegría y mucho cariño. Gracias por existir abuela, gracias por ser lo que fuiste. Te vamos a extrañar siempre.