domingo, 16 de octubre de 2011

Aprendiendo a convivir con el dolor

La vida lleva impregnada en sí misma el dolor y la felicidad. Existen muchas experiencias que pueden ser dolorosas: la pérdida de un ser querido, perder un trabajo, la enfermedad, la soledad, la ruptura de una relación, la frustración del tiempo perdido o las metas no alcanzadas. Nosotros por naturaleza rechazamos el dolor y aceptamos lo placentero. A los niños les encantan los helados y los dulces, pero detestan la sopa  y las legumbres. Sólo ciertos sabores se aprenden a degustar con el paso del tiempo, empezamos a comer cierto tipo de alimentos porque adquirimos la conciencia que son buenos para nuestra salud, a pesar que su sabor no sea tan agradable como un helado de vainilla.

Así ocurre con el dolor. Es más fácil huir y tratar de ocultarse. Nuestra primera reacción es negar lo ocurrido, hacer de cuenta que nada ha pasado o suponer que las cosas no han cambiado en realidad. Algunos se ocultan en la diversión. Buscan placebos para ignorar la aflicción. Se refugian en la bebida, en las drogas, en el sexo, con tal de generar estados de euforia, anestesia, placer, adrenalina, que les ayude a no pensar en la realidad de su vida. Otros buscan refugio en su trabajo o estudio, manteniendo la mente ocupada, procurando que el tiempo pase rápidamente, para llegar extenuados a su hogar y dormir. El dormir puede ser la válvula de escape para evadir lo que se está sintiendo.

Nuestro cuerpo sin embargo nos envía señales que algo no está bien. Es cuando el dolor es somatizado. Nuestro cuerpo empieza a manifestar que algo no anda bien en nuestra alma. Nos estresamos, nos da sueño, nos enfermamos, sentimos dolor de cabeza y es porque el cuerpo está diciendo: algo está mal en tu interior. No has vivido el duelo. No quieres confrontar el dolor. Solo lo quieres ocultar.

Aceptar el duelo es comprender que el dolor necesita una catarsis. Necesitamos desahogarnos. Necesitamos exteriorizar saludablemente nuestra aflicción y en realidad empezar a vivir el duelo. El duelo que llegó por ese sentimiento de pérdida, de la esperanza frustrada, de aquello que quisimos que permaneciese y se fue, la ilusión quebrada.

Debemos vivir el duelo. Comprender que tal vez sea necesario tener  un tiempo para llorar, para hablar de lo ocurrido, de buscar ayuda. Bajarnos del pedestal del orgullo y aceptar que somos seres de carne y hueso. Que nuestro corazón también siente y que todo ser humano necesita ser consolado. Tal vez hay una mezcla de rabia, de soledad, de angustia, de profunda tristeza. Son muchos sentimientos los que están allí acumulados. Es necesario hacer catársis por medio del diálogo, del llanto. Es necesario salir del encierro, caminar, meditar, leer un buen libro. Pero también reconocer que necesitamos de la ayuda de alguien idóneo. Una persona sabia que nos pueda aconsejar o simplemente brindar un abrazo. Necesitamos escuchar y ser escuchados.

Es importante hablar con la verdad. Lo peor que podemos hacer es decirnos mentiras. Pretender que todo marcha bien y que no ha pasado nada. Fingir que estamos bien. Vivir el duelo significa que estamos dispuestos a continuar con nuestra vida, que no nos vamos a dar por vencidos, que vamos a seguir dando la batalla. Es aprender a abrazar el dolor, no es rechazarlo. Es verlo como un cincel que pule las toscas aristas del alma. Que nos hace ser mejores personas. Que nos vuelve personas compasivas con el dolor de otros. Vivir el duelo significa que no nos vamos a resignar a hundirnos en la arenas movedizas de la amargura y el resentimiento, sino que hemos tomado la decisión de perdonar, aceptar la  pérdida, buscar el propósito y la mejor lección que puedo obtener para ser una mejor persona.

El dolor hace parte de la vida y actuamos con necedad cuando pretendemos ignorarlo. Estamos perdiendo la oportunidad de crecer, de ser mejores personas y llegar a ser lo mejor que podemos ser.
No se trata de vivir en continuo dolor, sino de superarlo, ser consolados, hacer catársis, vivir los duelos y así tener un corazón sano para continuar hacia la meta que nos hemos trazado.

domingo, 4 de septiembre de 2011

Acerca de acumular cosas

Recientemente he visto programas de la televisión estadounidense, donde muestran a personas con una obsesión exagerada por acumular objetos en sus casas, al punto que ya ni siquiera pueden caminar libremente o encontrar sus cosas en medio de la jungla artificial en que se ha convertido su hogar. Más que un problema de limpieza, orden o higiene, es el reflejo de conflictos internos que los llevan a generar la adicción por comprar cosas, coleccionarlas y acumularlas hasta el punto de afectar sus relaciones interpersonales. El desprenderse de ciertos objetos es un proceso emocional doloroso que los lleva a manifestar ira, llanto y mucha ansiedad.

En una ocasión fui a visitar a una amiga que vive en el estado de la Florida en los Estados Unidos y la acompañé a visitar a una amiga. Mi amiga me dijo que esperara en el carro mientras ella ingresaba a la casa de su amiga. Luego me explicó que no me había invitado a acompañarla, debido a que su amiga tenía tantas cosas acumuladas que le daba vergüenza que alguien más entrara a visitarla. Cada semana compraba ropa nueva, con tal de no tener que buscar la prenda de su gusto, en medio de las montañas de cosas arrojadas en cualquier rincón.

Decía un comediante de la televisión años atrás: - ¡Es que gastar plata me calma los nervios!-. Nuestra postura frente al dinero es un reflejo de la condición de nuestra alma. El dinero no es malo. Lo malo es lo que hacemo con él, la forma en que lo manejamos y las obsesiones que el dinero puede llegar a generar. El dinero es tan solo un medio. El problema es cuando el dinero se vuelve un fin en sí mismo. La Biblia menciona que no podemos servir a dos señores: usted sirve al dinero o sirve a Dios. Es decir el dinero puede ocupar el lugar de un dios, a quien servimos y veneramos. El dinero (y las cosas que obtiene con él) se puede convertir en una total obsesión, hasta al punto de hacernos miserables.

Hay personas que están esclavizadas pagando cuotas: de un televisor, de un carro, de una casa. Viven preocupados, angustiados, llenos de ansiedad, porque no tienen dinero ni siquiera para comer. No tiene nada de malo adquirir cosas, lo que debemos analizar es si el poseer ciertas cosas nos hace mejores o peores personas. Si algo envenena el alma, lo mejor es desecharlo.

He aquí algunos pautas importantes que debemos tener en cuenta frente al dinero y la adquisición de cosas:

1.¿Realmente lo necesito?¿Por qué compramos las cosas que compramos?¿Lo hago por aparentar, por llenar la expectativa de un grupo social o realmente me hace falta? No necesitamos hacer del acto de compra un dilema filosófico, donde se entremezcle la culpabilidad . Tampoco asumir la postura altiva de "qué importa, es mi dinero y hago lo que se me venga en gana con él". En realidad, nosotros somos aves de paso en esta tierra, estamos tan solo unos instantes y luego somos llevados como hojas secas en el viento. Nada poseemos, pero si tenemos una responsabilidad y es ser sabios administradores de nuestros recursos. Lo que construyamos hoy puede ser un legado para nuestros hijos, nietos y las futuras generaciones, no solo en lo físico sino en términos de valores.

Es aprender a darle a lo material su lugar, nosotros somos los jefes y no los esclavos del dinero. Las emociones nos pueden jugar una mala pasada, y nos podemos apresurar a comprar cosas o endeudarnos en algo que después tan solo generará estrés y aflicción. Planear con anticipación la compra puede ayudar a que vayamos preparados, para que las emociones no tomen el control y terminemos comprando cosas que en realidad no necesitamos.

2. Compre de acuerdo a su capacidad.
Hay  personas que prefieren gastar su dinero en ropa, costosos celulares, cirugías estéticas, carros, etc., con el único fin de ostentar un nivel social o estilo de vida que en realidad no tienen. Desperdician el dinero que bien pudiesen haber invertido en educación o un negocio, que tal vez no es muy llamativo pero si beneficioso a largo plazo.

3. Sea generoso.
El dinero tiene muchos usos distintos al lucro personal. Aprende a disfrutar el privilegio de ayudar a otras personas. Hay un principio universal de la siembra y la cosecha: lo que sembremos eso recogeremos. Si tu vida gira en torno a obtener cosas, en realidad tienes un objetivo muy limitado, una visión bastante triste de la vida, una vida perdida. Para trascender necesitamos tener un objetivo espiritual en la vida, buscar ayudar a otros. No hay mayor satisfacción que sentirnos útiles.

El dinero no es malo. Es tan solo una  herramienta, un medio, que debe ser utilizado con fines nobles.  Hoy día muchas personas están enfermas, preocupadas, llenas de ansiedad por problemas de dinero. Cuando aprendes a desprenderte de él, cuando renuncias a esa obsesión, cuando te liberas de su yugo, es como si un gran peso se quitara de encima de tus hombros, tu vida cobra sentido, y empiezas a disfrutar la vida en realidad.

miércoles, 22 de junio de 2011

Para alcanzar un sueño se requiere poner los pies en la tierra

Me gusta preguntarle a las personas: ¿Con qué sueñas?¿Cómo te visualizas en el futuro?¿Qué te gustaría lograr el próximo año? Y encuentro en general muchas respuestas inexactas, incertidumbre o simplemente algunos ya dejaron de soñar. A pesar de esto, profundizando un poco más, descubro que las personas aún tienen sueños, anhelos que han estado guardados por años en el cajón del olvido,  y veo como sus ojos brillan al hablar de aquellas cosas que realmente les gustaría obtener, hacer o lograr.

El paso del tiempo, los obstáculos del presente, las circunstancias cambiantes, hacen que esos sueños se asfixien o simplemente queden archivados. Algunos siguen soñando y sueñan con cosas grandes, maravillosas. Uno los escucha y dice: -¡Wow, que idea tan buena, a mi no se me hubiera ocurrido!-. Realmente uno puede ver que en cada persona hay un potencial asombroso. Cada persona tiene algo que lo identifica, algo que lo hace diferente de los demás, algo que lo hace destacable y único. Y ese potencial lo puede llevar a tener éxito, a ser reconocido, a ser útil a los demás, o simplemente, a lograr ese sueño personal que le puede hacer feliz. No necesariamente los sueños tienen que ver con alcanzar el reconocimiento. Los sueños son algo muy personal, pero es ese algo que representa un reto, la cima de una montaña de difícil acceso, que si logramos conquistarla, traera una profunda satisfacción.

No se trata simplemente de ser rico. El sentido de satisfacción va más allá de eso. El verdadero sentido de satisfacción viene cuando desarrollamos nuestro potencial para lograr el sueño que anhelamos. La fantasía es la herramienta creativa que nos permite visualizar aquello que no tenemos al frente de nuestra vista, que nos permite ampliar nuestro horizonte y soñar lo inimaginado, aquello que puede representar aún la felicidad. El problema está en quedarnos flotando en las nubes de la ensoñación y no llevar a cabo nada. Creemos que sólo soñando las cosas se nos darán, los astros se alinearán, las circunstancias encajarán y finalmente veremos  un día, de repente, todos nuestros sueños, hechos una realidad. Pero el sueño no se hará realidad a menos que intervengamos y decidamos emprender, tomar acción, hacer algo al respecto.

¿Qué debemos hacer? Tengamos en cuenta las siguientes pautas, que no son ninguna fórmula mágica, sino unos puntos que debemos tener en cuenta para que estos sueños se puedan llegar a concretar.
  • Ubique su punto de partida. Sea realista. Acepte las limitaciones que tiene en la actualidad pero también mire con que recursos cuenta, en cuanto conocimiento, finanzas y aún su nivel de motivación.

  • Visualice un punto de llegada. Es decir, empiece a soñar, sueñe en grande, mire todo lo que puede llegar a suceder en el futuro, piense en como su sueño puede ayudar a otras personas, en cómo puede generar cambios positivos en la humanidad. Inspírese con ejemplos, testimonios, biografías y experiencias de personas, empresas y organizaciones que lograron poner por obra sueños grandes y pequeños, con los cuales usted se pueda identificar.

  • Empiece con cosas pequeñas. No se trata de endeudarse ni querer hacer muchas cosas a la vez. Tan solo comience con tareas pequeñas, con cosas muy puntuales, concéntrese en algo específico que usted quiere desarrollar. Por ejemplo si usted quiere tener un supermercado con productos 100% naturales, sembrados en la terraza de su casa, entonces comience sembrando un tomate, fríjol, lechuga, etc. A lo que me refiero es, que ustede debe obligarse a comenzar. Hay personas que dicen: - Es que quiero hacer tantas cosas, que no sé por donde comenzar-. Entonces tome una decisión. No tiene que esperar una emoción súbita o que un ángel del cielo descienda y le diga lo que usted tiene que hacer. Simplemente láncese a hacer algo con lo cual usted es afín y siente que puede hacer algo único y especial.

  • No tema equivocarse. Por supuesto que es importante la planificación, anticiparse al error, para evitar pérdidas innecesarias de tiempo o dinero. Pero si usted se justifica en que tiene temor a equivocarse, entonces nunca hará nada. En ocasiones fallaremos, a veces tropezaremos, no siempre se obtiene el mejor resultado la primera vez. Es necesario aprender también de los errores, porque eso le da dará la experticia que usted y otros valorarán. Lo que hoy puede ser una experiencia incómoda, triste o bochornosa, más adelante se convertirá en una anécdota invaluable que usted podrá traer a recordación.

  • Es necesario esforzarse. La principal razón por la cual las personas no logran sus sueños es que no quieren salir de su comodidad. Quieren tener el privilegio de disfrutar lograr las cosas, pero no quieren pagar un precio. Se necesita ser constante, perseverante, disciplinado y hasta testarudo para lograr lo que se quiere. Si no se puede por un lado, entonces insistir por el otro, golpear puertas, aceptar portazos en la cara, insistir, insistir e insistir. Y luego, volver a insistir. Es la única manera de ver nuestros sueños hechos una realidad. Un perezoso jamás verá cosas grandes en su vida. Hay que levantarse, sacudirse e ir por lo que se quiere.
Para ir a conquistar un sueño, se requiere primero despertar. Tener conciencia que hemos perdido mucho tiempo sin lograr aquello que queremos. Reaccionar y darnos cuenta que el tiempo es un recurso no renovable y que necesitamos hacer algo al respecto. Tal vez, tenías la seguridad y la certeza que pronto lograrías ese sueño anhelado:  tener una empresa, hacer un viaje, tener una casa, formar una familia, ayudar a otras personas, etc. Y pasaron los años y has visto que no has logrado nada de eso. Entonces optaste por archivar esos sueños y te limitaste simplemente a sobrevivir. Pero la vida va más allá de la mera supervivencia, se trata de darle sentido a nuestro vivir, desémpolvando los sueños, renovando otros, pero siempre teniendo claro que nuestra existencia tiene un propósito y que está en nuestras manos dejar un legado, una huella, y que podemos hacer grandes cosas si nos determinamos y decidimos en realidad despertar.

miércoles, 25 de mayo de 2011

Decídete a ser feliz

En esencia todos somos iguales. Sin embargo muchas veces nos preocupamos  por tratar de ser más que los demás, como un símbolo de éxito y un logro que da sentido a nuestra existencia. Determinamos que la cantidad de dinero que ganemos o tengamos acumulado en una cuenta bancaria, es la medida de nuestra valía. Nuevos códigos y símbolos de estatus se crean día a día: tener un carro de ciertas características, vivir en determinado lugar de la ciudad, poseer lo último en tecnología, vestir de determinada manera, son las preocupaciones que muchas personas llevan sobre sus hombros día a día. Luego queremos rodearnos de personas solo  estén a nuestra altura, gente que supuestamente llene la medida de nuestro nivel financiero y cultural.

Pero, y puede sonar a pregunta trillada, ¿eres realmente feliz? Si crees que buscando cosas materiales serás feliz, estarás siempre insatisfecho(a). No desperdicies tu juventud ni tu vida buscando ideales superficiales. No esperes a tu vejez para que, de repente, te vuelvas espiritual. Lo que siembres, eso también segarás. Si no sembraste para tu alma y tu espíritu durante tu juventud, ¿esperas recoger frutos espirituales en la vejez? Lo que no siembres, tampoco lo segarás.  Si no hiciste amigos, ¿de dónde crees que saldrán? Si no sembraste perdón, entonces la amargura te rodeará.  Si tus palabras han sido de murmuración, entonces también serás una persona de la cual hablarán, pero no para bien.  ¿Quiere esto decir que si ya estás viejo, no hay esperanza? Mientras haya vida, habrá esperanza. Esperanza para cambiar, para ser una mejor persona, esperanza de ser feliz. Pero deja ya de buscar la felicidad en el dinero, en la satisfacción inmediata del placer pasajero e ilícito, en la embriaguez, o en la malsana satisfacción de oprimir o burlarse de otra persona. 

Sí es posible ser feliz, pero tienes que estar dispuesto a aceptar que tal vez estás buscando la felicidad en el lugar equivocado. Tienes que estar dispuesto a desaprender y aprender de nuevo. Tienes que estar dispuesto a dejar ir. Te aferras a cosas que ni siquiera puedes poseer. ¿Qué placer obtienes de poseer una casa? Tan sólo contemplarlo con tus ojos. ¿De qué sirve acumular muchas cosas si cuando mueres no te puedes llevar contigo ni  un alfiler? Aprende a soltar. Los niños nacen con las manos cerradas, pero morimos con las manos abiertas. 

Es posible ser feliz, cuando aprendemos que la humildad no es sinónimo de vergüenza o servilismo. Humildad es sabiduría. Humildad es una noción clara, diáfana, transparente, de la realidad. Ser humilde es reconocer nuestra verdadera condición, es ser capaces de reconocer nuestros errores y limitaciones actuales, en lugar de vanagloriarnos en éxitos pasados. Es soltar ese engañoso y falso complejo de superioridad, donde menospreciamos a los demás, por su condición social, financiera o tal vez por su aspecto físico. Si te consideras tan privilegiado, ¿entonces por qué no compartes algo de lo que tienes? ¿Si te consideras muy próspero, entonces por qué no donas algo de tu dinero?  Tienes que soltar, dejar ir, dejar de estar tan apegado, dejar el egoísmo, porque cuando aprendes a soltar, te empiezas a quitar cargas de encima.

Es como aquel hombre que naufragó en medio de la  mar, y sus compañeros le gritaban desde el bote salvavidas: -¡Suelta esa maleta y súbete ya!-. Pero el hombre respondió:- No puedo. Tengo mucho oro y lo puedo llegar a necesitar-. Finalmente se hundió  y murió.  Su oro no le sirvió para salvarse, al contrario, lo terminó de hundir. Eso a lo cual nos aferramos, que pensamos que es nuestra tabla de salvación, puede que nos esté hundiendo hasta morir. Eso que idolatramos, tal vez nos puede fallar más adelante. Tienes que aprender a sobrevivir, con lo que realmente necesitas, quitarte cargas de encima, bultos innecesarios,  pesos que solo producen estorbo. Odios enmohecidos, rencores de años, disputas sin sentido, envidias que sólo carcomen tu  interior. Sí se puede ser feliz, pero tienes que aprender a soltar.

No se trata de hacer votos de pobreza y quedar en la ruina absoluta. El problema está en tu corazón. ¿Amas más las riquezas que a Dios? ¿Cómo es el corazón del hombre cuando ama más el dinero? Se vuelve una persona egoísta, codiciosa, no ama a los demás con generosidad y libertad. Es el dinero el que establece sus códigos de conducta y escala de valores. Si el dinero está por encima de todo, así será el manejo de tu tiempo. Así serán tus relaciones interpersonales, tus relaciones familiares, la forma en que ves la vida,  siempre con ese piso falso de la confianza necia en tu dinero.

Cuando mueras nada te llevarás contigo. Así que hoy decide a quitarte ese peso, esa preocupación y angustia que el dinero te pueda generar. Vuelve a reconfigurar la escala de los valores, con la premisa del amor generoso, no pierdas más tiempo. Vuelve a ubicar el dinero en el lugar que se merece: al servicio del hombre y no el hombre al servicio del dinero.
No vivas ya del qué dirán. Decídete a ser feliz.

miércoles, 12 de enero de 2011

Entretenimiento vs. hay vida allá afuera

Estamos viviendo la cultura del entretenimiento. Una nueva generación ha nacido, para quienes el internet y la televisión por cable ya existían. No es novedoso para ellos. Y tenemos acceso a tanta información, a tantas opciones para ocupar nuestra mente. Nuestros sentidos están atiborrados cada día de mensajes de todos lados, publicidad, noticias del otro lado del planeta, situaciones graciosas, increíbles, otras tristes, y en general la tecnología nos provee de muchos contenidos, pero en realidad cabría preguntarnos: ¿Necesitamos todo esto?

Ahora existen muchas aparatos que prometen mantenernos distraídos o entretenidos, y libres del tedioso aburrimiento: celulares, reproductores de música, tablets, DVDs, televisión por cable,  teatros caseros, internet, televisores 3D, consolas de juegos, laptops, etc. No quiere decir que estos aparatos  y tecnologías sean inútiles. Hay muchos beneficios que obtenemos de ellos y en general, la tecnología nos ayuda a tener una vida más cómoda y llevadera. El problema es cuando estos "aparatos" se convierten en nuestra única fuente de información. Cuando perdemos el contacto con el mundo exterior, cuando dejamos de compartir con las personas y tan solo las conocemos a traves de un "profile" en una red social como Facebook, o cuando nuestros diálogos se realizan sólo a través de un chat o a través de la pantalla de un celular. Cuando dejamos de escuchar voces y ver los ojos de aquella persona con la que hablamos. Nos aislamos del mundo exterior, de la naturaleza, a veces de la realidad.

No siempre debemos consumir el entretenimiento que otros producen, para mantenernos "pegados" a la telenovela de turno. También hace falta crear, utilizar la imaginación, escuchar un cuento, narrar una historia, hacer una pintura, dibujar. Jugar en grupo, salir a tomar una taza de café. Necesitamos hacer deporte, pero no siempre frente a la pantalla de un televisor, sino sintiendo de cerca la naturaleza, la brisa, los árboles, a veces tropezar con una roca, o detenernos a contemplar ese pájaro que descansa en la rama. También es bueno apagar el televisor y sentarnos en la mesa a comer, vernos al rostro, conversar otra vez. Aunque al principio cueste un poco de trabajo, aunque permanezcamos en silencio unos instantes. Tal vez nuestra boca esta enmudecida, porque nos acostumbramos a estar absortos frente a las luces de la pantalla y su continuo desborde de información. Nos hemos vuelto pasivos, en una sociedad que te ofrece todas las comodidades, para que no tengas que levantarte de tu silla, para que no tengas que salir de tu casa, para que te quedes inmóvil, teniendo pies, para que no sientas, teniendo tus sentidos vigentes y vitales.

Hay vida afuera. Sal y toma aire. Recorre tu ciudad de nuevo, visita esos lugares históricos que te falta conocer. Indaga la historia oculta de esa vieja edificación, escarba de nuevo ese museo que aún tiene secretos por revelar, visita a ese viejo amigo que hace un buen tiempo prometiste visitar. Los árboles aún te esperan para hacerte sombra, cuando descanses de esa caminata y cuando te sientes sentirás de nuevo las hojas secas que se estremecen por tu llegada. El sol quiere calentarte otra vez, la lluvia quiere mojarte de nuevo, la brisa quiere acariciarte. Despierta tus sentidos. Vuelve a leer y utiliza tu imaginación, no te resignes a que todo te lo entreguen listo. Prepara esa receta que tanto te gusta degustar.

La vida sigue pero es tu decisión cómo la quieres vivir. Calidad de vida no es tener muchas cosas, no es llenarte de aparatos conectados en cada toma eléctrica de tu casa. Hay  tanta información, tanta tecnología, que no nos alcanzaría la vida entera para absorber todo esto, y al final del camino quedas vacío.  Piensa otra vez si necesitas comprar ese aparato, que todos está comprando y que supuestamente deberías comprar para no quedarte atrás. Pero si algo te roba tiempo, si algo te hace deteriorar como persona, más deberías desecharlo, así de sencillo, sin complicarte la vida.  Hoy decide en realidad que es lo que te hace feliz. Toca esa guitarra y canta una canción, no permitas que te ahoguen los afanes cotidianos, vuelve a ser tú mismo.

Recuerda que tu vida es más que eso, y que en realidad no necesitas tener el celular encendido las 24 horas, ni ver el noticiero todo el tiempo, ni saber en cuánto está el dolar hoy (a menos que ese sea parte de tu trabajo). Solo piensa en las cosas que realmente son indispensables y desecha lo demás, que a la larga se constituye una carga y un estorbo. Lleva un equipaje ligero y harás más llevadero el camino.