miércoles, 23 de junio de 2010

La segunda opinión

Cuando el paciente llega al médico, y éste le da una perspectiva negativa acerca de su estado de salud, el paciente tiene derecho a consultar otro galeno, y buscar una segunda opinión. ¿Quién dijo que debemos quedarnos atrapados en el primer diagnóstico?

Cuando una persona te diga algo que es negativo, que te muestre un porvenir oscuro y sin esperanza, tu tienes derecho a objetar y decir: buscaré una segunda opinión. Aún más cuando a tus propios pensamientos lleguen sentimientos de oscuridad, pesimismo, tristeza, soledad, desesperanza, sea lo que sea, solo corresponde a una opinión de un médico siniestro del alma que quiere hablar a tu oído y oprimir tu corazón. ¿Por qué aferrarse a la mentira del diagnóstico fatal cuando sabemos que mientras halla vida, hay la esperanza? ¿Por qué albergar la depresión, cuando siempre encontraremos algo que nos haga reír?

La verdad nos hace libres. A diario la mente quiere desfallecer y aferrarse al primer pensamiento macabro que se atraviesa. Pero nuestro deber es buscar volver en sí. La famosa historia del hijo pródigo, donde un hijo decide pedir con anticipación su herencia a su padre, y cuando todo lo hubo desperdiciado y al estar en un estado lamentable, dice la historia que "volvió en sí". Volver en sí es recuperar esa lucidez, la perspectiva correcta de la vida, aquella que nos permite enderezar nuestro sendero. Así como el carrito del supermercado que tiene esa rueda que se frena un poco, que nos lleva a desviarnos del camino, que hace que nos estrellemos, así mismo hay ruedas en el alma que, sin darnos cuenta, nos llevan por otra ruta. Las rueditas del temor, el rencor, la codicia, el resentimiento, el dolor y los duelos no superados. Perdemos la lucidez cuando nos distraemos, cuando estamos obsesionados en pensamientos que son errados. Cuando exageramos la pérdida y subestimamos las cosas que realmente tienen valía. Las cosas pequeñas. Las cosas que cuando eramos niños nos hacían reir con facilidad, solo porque eramos sensibles a la novedad. La vida no es que haya perdido la novedad. Lo que pasa es que ya no somos sensibles. Por eso debes recuperar el corazón del niño. No del niño incauto y travieso que comete picardías. Sino de aquel niño que siempre cree que las cosas pueden mejorar, y que Dios no lo ha desamparado.

Por eso, si te cuesta trabajo por tus propios medios, cambiar esa visión negra de las cosas, en algún momento particular de tu vida. Busca esa segunda opinión. Cuestiona tu perspectiva. Date la oportunidad de estar equivocado. Deja de ser infalible y dueño de la verdad. Escucha a otro, especialmente un amigo. Error craso es aislarse del mundo exterior, y ser sabio en tu propia opinión. No. Busca a un amigo, tómate un café, y expresa lo que sientes. Atrévete a hablar unas cuantas barrabasadas, asumiendo aún que puede llegar una pronta corrección de aquel amigo sincero. Consulta con aquellos buenos consejeros del alma, que te pueden brindar una medicina, a través de una palabra, un consejo, o que tan solo se rian al final de lo que has dicho, para hacerte recordar que aquello que te afanaba ya no era tan grave. Es el elíxir del desahogo. De la búsqueda del apoyo emocional. No a cualquier persona le abrirás el corazón, sino a personas que sabes que podrán guardar tu secreto, ¡por lo menos dentro de un plazo prudencial!

Cuando aprendes a buscar esa segunda opinión, sabrás hacer oídos sordos a voces necias y la lucidez será cada vez más presente, más constante, más tangible. Eso hace parte de llevar una vida tranquila y feliz.

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